Prisma ODS Revista Científica Multidisciplinar
Volumen 4, Número 2 - Año 2025
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Felicitas, para acomodar a su bebé y con ello prevenir que todo estuviera listo para recibir al
nuevo ser sin que se comprometiera la vida y la salud de la madre y del nene que esperaban.
Llevar al temazcal a la gestante a punto de parir, buscar su bienestar según la partera, quien a
su responsabilidad “lucha junto con la mujer entre la vida y la muerte de los dos seres”.
Al salir del temazcal: “Luego, luego me sentaron”. “Luego que salí del temazcal, doña
Angelina, dijo que ya debía sentarme y luego me sentaron, en ese momento…me sentaron”
Dos mujeres de edad comenzaron a “detenerme”, todo estaba listo para el parto: “Adelante
me detenía la partera y atrás me detenía mi mamá”. Así fue pasando la noche, pero el bebé no
nacía, la partera volvió unas horas a su casa, se fue a la una de la mañana y a la una y media
ya estaba de regreso, pues Felicitas se puso muy nerviosa y pidió que la fueran a llamar,
nuevamente fue su esposo y su suegro Don Juan, que también acudió a acompañar a su hijo
esa noche.
A las dos de la mañana, Felicitas empezó a expulsar mucha agua. Después empezaron a darle
dolores más fuertes. La partera estaba ahí con ella, su mamá también y su esposo; sin
embargo, Felicitas revive esos hechos y recuerda que en ese momento se sentía nerviosa y
con miedo: “deseaba yo estar sola..., la partera estaba tratando de hacerme reír, jugaba
conmigo... Y me hacía reír…”
La espera se prolongaba, el tiempo se hacía cada vez largo, no sólo para la mujer primeriza,
también para su marido y para los que la acompañaban, en cambio, la mujer mayor, la de los
conocimientos en este asunto, trataba de continuar con su trabajo. El temazcal estaba
encendido con la finalidad de generar calor y aprovechar este calor para equilibrar el cuerpo
de la parturienta como es costumbre de los de la Comunidad de la Sierra Norte de Oaxaca.
Valerse del fuego una de las prácticas más apreciadas por estas mujeres y hombres en su
cultura, como una de sus prácticas que más favorecen el trabajo de parto y genera
condiciones para recibir al nene. Cuidar que no se enfrié el cuerpo de la mujer parturienta y
nuevamente que mantenga el equilibrio.
Cuando el tiempo transcurrió, su madre de Felicitas, doña Irma, su esposo, Manuel, su suegra
y la partera pidieron que fueran a llamar a una mujer, a Jazmín, la esposa del promotor de la
Casa de Salud de la Comunidad, para que acudiera a inyectar a Felicitas. Todos coincidieron
y fueron secundados por la partera que estaba al frente del parto. Fue su esposo y el padre de
Felicitas - Don Anselmo -quienes se encargaron de ir a llamar a Jazmín a su casa, para
solicitar la inyección. Eran las tres de la mañana cuando por fin llegó la magia del parto,
Jazmín inyectó a Felicitas la parturienta, y en ese instante nació el bebé: “Yo hice fuerza en
ese momento, no sangré nada, en el momento del parto, nomás salía agua amarilla y se vino
inmediatamente el bebé...” El bebé comenzó a llorar en el momento que cayó al suelo, bueno
encima de los trapos y cartones que habían puesto para recibirlo. Después tardó
aproximadamente un minuto cuando ocurrió el alumbramiento: “La placenta se vino casi
inmediatamente después de que nació mi niño Melchor”
Al parto entraron a atender y a estar con la mujer la partera, el esposo y su madre doña Irma,
entonces tenía sesenta y tres años. Doña Angelina la partera, estuvo deteniendo a Felicitas
hasta que nació el bebé, después le amarró un “ceñidor” en la cintura, además del soyate.
La partera recogió al nene que lloraba en el piso y después de que le cortó el ombligo con
unas tijeras de uso común y se lo amarró con hilo de algodón, lo limpiaron y lo vistieron, le
dieron té de manzanilla con una cuchara. Mientras, su mamá se encargó de ver que subieran